Esta salsa que os voy a explicar no sólo es para esta
receta, podéis emplearla para multitud de platos. Podéis cocinarla en grandes
cantidades y la que os sobre la almacenáis en tarros y reserváis en la nevera.
Abrimos la lata de tomates enteros pelados y retiramos el
exceso de líquido (el agua del tomate) ya que en este caso sólo vamos a
utilizar la pulpa. El agua se puede guardar en un bote para otra futura receta
o bien ponedla en un cazo y dejad reducir durante 15 minutos para tener pasta
de tomate concentrada.
Introducimos en una cazuela unas 5 cucharadas de aove
ILove Picual y mientras se calienta pelamos los ajos y fileteamos finamente.
Añadimos a la cazuela los ajos fileteados, los doramos y cuando comiencen a
tener color introducimos los tomates y los partimos a la mitad con ayuda de una
cuchara de madera.
Dejamos pochando hasta que reduzcan a menos de la mitad de
su tamaño, unos 30 minutos a fuego lento. Si tenéis prisa podéis hacerlo en
15-20 minutos a fuego medio-alto removiendo continuamente para que no se pegue
el tomate a la cazuela (pero el sabor no será el mismo).
Añadimos una cucharadita de azúcar para reducir acidez,
una pizca de sal y pimienta negra recién molida. Si os gusta el orégano,
tomillo o albahaca podéis tunear vuestra salsa. Removemos todo bien juntando
sabores.
Probamos y rectificamos con sal, aunque lo más seguro es
que no haga falta. Removemos unos minutos, apartamos del fuego y terminamos
pasando la salsa por el chino para que quede más fina, aunque si os gusta
encontraros pedacitos de tomate (a mi me encanta), obviad este paso. Reservamos
para juntar con las albóndigas.
PREPARACIÓN DE LAS ALBÓNDIGAS
Lo primero de todo es hacer las pelotas de carne, que
todas salgan más o menos igual. Salpimentamos la carne picada, tanto la de
pollo como la pavo en un cuenco grande, rompemos los 2 huevos y los añadimos
junto con la nuez moscada, las rebanadas de pan sin la corteza que previamente
hemos remojado en leche durante unos minutos y el ajo machacado o muy picadito
(sin el brote interior o tronco para que no repita). Removemos todo bien con
las manos hasta que se mezclen los ingredientes. Esta será la base de nuestras
futuras albóndigas.
Sin miedo empezamos a trabajar la masa haciendo pequeñas
(o grandes, eso al gusto) pelotas que luego pasaremos por harina. Las dejamos
en un plato a la espera de la sartén.
Las sacudimos un poco para retirar el exceso de harina y
freímos en aceite de oliva virgen extra bien caliente, unos tres minutos son
suficientes. Reservamos.
Pasamos las albóndigas a la cazuela con la salsa de
tomate recién hecha. Calentamos a fuego medio hasta que quede una salsa de
tomate ligeramente espesa (por la harina) durante unos 10 minutos. Dejamos que
reposen unos 5 minutos mientras freímos las patatas con el tipo de corte que
más te guste.
Si no queréis acompañarlas con patatas un buen puré de
patatas es una opción u otra alternativa es hacer un arroz blanco como
guarnición, el arroz blanco es perfecto para mezclar con la salsa de las
albóndigas y sin darte cuenta te has montado una cena estupenda ¡A disfrutar! Y
no dejéis de probar estas albóndigas con unos espaguetis al dente, están de
rechupete.
Este plato es un mundo y nadie tiene la verdad suprema
sobre cuáles son las mejores albóndigas.